Desde la
ermita. Si subes al teso del Berrocal, donde el punto geodésico, allí mismo
comienza un camino ya un poco en desuso por el que se llega al Picón de la
Tabla. El Picón de la Tabla es un picacho rocoso que marca la curva que hace el
Duero. Es un paisaje agradable pero visto desde otra perspectiva, desde abajo
hacia arriba. En el camino puedes encontrar señales claras de que el terreno ha
sido explotado a lo largo de los años: durante el tiempo que fue castro vettón
fue el camino al agua del Duero, y a poco que te fijes verás rocas cortadas o
que dejaron a medio cortar.
También verás por el camino que se ha removido un
poco la tierra: son los jabalíes que buscan raíces, y en concreto trufas. Si
logras ver alguna camada o familia, hazlo desde lejos y no les molestes.
Normalmente ellos huyen, pues saben que para ellos el animal más peligroso
después del lobo es el hombre. Y lobos no hay. También es muy frecuente que salgan
volando unas cuantas perdices o codornices a pocos metros de donde tú estés. Suelen
refugiarse por allí porque escapar del hombre les resulta muy fácil en ese
terreno. Las perdices tienen también dos enemigos, el águila perdicera –la
puedes ver casi todos los días oteando las presas y por eso las perdices
procuran no volar– y... el hombre. Buitres, alimoches, milanos...genistas,
peonias, lavandas... reserva de la biosfera.