En el siglo XVIII se llamaba Pedro Moro. También en el
pueblo está la calle de la Almofea –de la umbría, en árabe–, la calle de
los Almerganales –granados– y la
parte baja del pueblo, quizá para llevar la contraria, se llama la Atalaya. Al
margen de las referencias toponímicas de la etapa árabe, Peromoro es uno de los
muchos parajes atrayentes que ofrece la parte noroeste del municipio, un paraje
en el que la penillanura de la meseta cae de repente a los cortantes del Duero,
y en el que al ponerse el sol que se cuela por debajo de las nubes parece una
pintura de las bóvedas de las iglesias, (pero sin angelitos). Suele ser
habitual en otoño y hasta bien entrado el verano. Y al oscurecer explota de
repente la naturaleza silenciosa en una algarabía de cantos de grillos,
cigarras, ranas... que hace que uno se sienta como indefenso.
Puedes ir andando
siguiendo el topográfico, o puedes hacer la mitad del camino en coche: en este
último caso sigue la carretera de la ermita, pasa el teso de San Albín (primer
alto que se atraviesa) sigues hacia abajo y al final de un tramo llano en el
que a la derecha hay unas edificaciones ganaderas, a la izquierda, sale el
camino. En coche hasta donde quieras –es un camino agrícola– y después andando.
O casi todo en coche.