Regato de los Cabrones

Se llama así por lo menos desde el 1700, y aunque los eufemismos de los años 60 del siglo pasado quisieron llamarlo de otra manera, al final el nombre de siempre ha prevalecido sobre las mentes adoctrinadoras. Al regato de los Cabrones se llega saliendo desde la plazuela, en el pueblo,  a la derecha. No tardando mucho encontrarás los postes que marcan el sendero GR-14, sendero que te llevará hasta encontrar la carretera que da acceso a la central eléctrica de Villarino. Si quieres bajar hasta el mismo Duero puedes ir por la carretera –es muy raro que haya coches–, o puedes ir por el antiguo camino, dejando el GR a la derecha. Por este camino se iba al arenal del Duero, un arenal natural alterado en buena medida por la retención de la presa de Aldeadávila, y buen sitio para pasar el día. 


El camino de los Cabrones ofrece una vegetación casi de ribera, de chopos,  álamos y alisos, mezclados con algún castaño, olivos, espino blanco, endrinos, madroños, melojos, almeces y algún enebro. Abundantes zumaques –hubo plantaciones hasta el s. XX–, cornicabras, dedaleras, lavandas... Oropéndolas –amarillas–, abejarucos –azules– cogujadas –con moño, pardas como la tierra– abubillas –blancas y rojizas– jinetas, gato montés y tejón... pero procuran escapar del hombre.  Como a medio kilómetro del pueblo hay una fuente medieval  --la fuente del Perodiéz, antes Pedro Diez – de lajas en cubierta a dos aguas… que no podrás ver porque está totalmente cubierta la vegetación agresiva de zarzas y espinos, cosa del abandono en su función de proveer de agua. Ir pa Cabrones a buscar castañas rayaba en la insolencia. Y si quieres bajar al Duero sin patear el camino, puedes hacerlo por carretera: vete hasta Villarino, y antes de entrar en el pueblo, a la izquierda sale la carretera que baja a la central. Puedes dejar el coche a 10 metros del agua y ver los paisajes de las arribes desde abajo hacia arriba. Carretera estrecha, sin tráfico.